RETAZOS DEL
AYER II
El tiempo esconde entre sus
pliegues hermosos recuerdos, solo hace falta abrirlos a la luz y saber que un
día fueron vivencias y que allí estuvieron.
Ubicados en el año 1968
entre los últimos días de abril y los primeros de mayo, en nuestro querido
Mallares, se vivían tiempos de fiesta, la festividad de la Santísima Cruz Tres
de Mayo, ya se habían repartido los programas de fiesta que eran en cuatro
hojas medianas donde en la primera hoja o carátula estaba impresa la Santísima
Cruz, al reverso las palabras de la comisión organizadora, en las siguientes
hojas ya estaban todas las actividades que se iban a realizar, la llegada de
los castilleros, el albazo, la misa, la procesión, los partidos, las peleas de
gallos, la retreta, todo estaba programado hasta el ultimo detalle.
Desde el amanecer del día
jueves comenzaba los preparativos, las personas encargadas de poner los arcos
buscaban las cañas de guayaquil mas largas para adornar su arco que era por
donde tenía que pasar la procesión, a eso de las seis de la mañana la góndola
de ROXANA, hacia sonar su claxon despertando a los alumnos que estudiaban en
Sullana y que viajaban consecutivamente en este carro, porque también estaba la
góndola de Benítez, que se llamaba “MARTHA” pero este carro salía un poquito
mas tarde y aquí viajaban estudiantes y comerciantes, los que iban a Sullana a
comprar las carne, el pescado, cuando estos carros salían a Sullana pasaban por
los corrales de ganado que habían en Marcavelica, por el puesto policial y se
entraba a Sullana por el puente viejo donde quedaba el malecón en el cual antes
de llegar a la entrada había una piaña de un difunto al que siempre se le
lanzaba por las ventanas del carro una moneda eso era tradicional, en ese
amanecer ya la gente compraba su pan en la panadería de Pedro Cruz, mas
conocido como “cochinillo”, los alumnos que estudiaban en la Escuela
Fiscalizada Mixta N 65, salían en su burrito a llenar los barriles de agua ya
sea en la acequia chiquita, la acequia grande o las flores coloradas antes de
irse al colegio, para esto ya todos comentaba de la fiesta, que iban a venir
tal equipo, que el castillo seria de tantos cuerpos, que la banda vendría de
Catacaos, era comentarios dispersos, por cierto se estudiaba mañana y tarde, y
aquí estaba lo curioso pues los alumnos a la salida del colegio se venían por
la plaza porque ya habían llegado los castilleros, y la pregunta era ¿ por esos
papeles pasa la candela?, los niños inquietos preguntaban a los castilleros
infinidad de cosas y estos señores algunas veces contestaban con sonrisas y en
otras se molestaban y los correteaban, una de las personas que
se hizo característico en el
pueblo era el carnicero Hugo así como el pescador Torres, eran personajes que
con su trabajo cotidiano servían al pueblo y vivían del pueblo, y el día jueves
transcurría lentamente los alumnos siempre llegaban a fastidiar a los
castilleros y estos seguían con su trabajo ya le empezaban a dar forma a los
cuerpos del castillo, la plaza era en este tiempo un cuadrado grande de tierra
no había veredas ni adornos solo el cuadrado de las casas con varios callejones
que después la misma necesidad de hacer casas hizo que esos callejones se
cerraran, los muchachos cuando salían del colegio jugaban su partido de fútbol
con pelotas de plástico o de caucho, y que a veces terminaba en algún techo o
si no entre las manos del zapatero don Toribio que no le gustaba para nada el
fútbol, pues siempre renegaba de los que jugaban, hay que resaltar que los
equipos que participarían de la tarde deportiva de la festividad, se entrenaban
duro y parejo, el Estrella Roja en la cancha vieja, el Unión Mallares en su
cancha que tenia poco tiempo de haberla hecho. En la plaza existían dos tiendas
mas sobresalientes, la de Marcelo y la de Juan Atoche, estos señores se
disputaban la clientela cada día y la gente escogía donde comprar porque según
el humor de los tenderos te daban la yapa, que casi siempre era una perita o un
monterrico, las otras tiendas que sobresalían era la de la Reina Luisa y la de
Don Juan Hortensio, donde la vendedora era la Alcira, por las noches la
población se alumbraba con lámparas o mecheros, que eran unos tarros grandes
con una mecha de trapo, en el tarro se llenaba de kerosene y el trapo se
prendía, había que saber escoger la tela para que de una buena luz de lo
contrario rápido se quemaba y había que estar sacándole mecha a cada rato, las
personas que mas o menos tenían se podían dar el lujo de tener una caperuza o
petromax, que era un alampara especial daba una luz blanca y trabajaba en base
a una combustión de aire y kerosene, la oscuridad reinaba por las noches pero
eran tiempos de tranquilidad no había temor de robos ni asaltos, se podía
dormir hasta con las puertas abiertas y no pasaba nada.
El amanecer del día viernes
era casi similar al anterior, la misma rutina ya en todo el pueblo en los
lugares escogidos se veían los arcos parados por donde tenia que pasar la
procesión, los trabajadores salían a sus secciones a trabajar, por todo el
pueblo se vivían momentos de tranquilidad, los organizadores de la festividad
hacían los preparativos respectivos para que no falle nada, desde este día
comenzaban a recoger los óbolos voluntarios que se establecían en las
reuniones, los castilleros que no podían ser otros que los Lachira, famosos en
todo el norte por su arte en confeccionar castillos de diversos estilos y
forma, también empezaban a llegar las vivanderas, la Sra. Clementina, que se
ubicaba frente a la casa de Nazario Silva, dueño de un gran camión de un color
plomo, pero con un corazón lleno de bondad por que les permitía a los muchachos
ir a llenar agua en él, el famoso chirriolas con sus dulces exquisitos y
siempre se ubicaba frente a la casa de la Tiota, una Sra. que se hacia querer
de todo el mundo pues era bien locuaz y alegre con una vitalidad envidiable, el
resto del día era el mismo los muchachos que regresaban del colegio llegaban a
fastidiar a los castilleros, y se le hacia fácil porque se bajaban del colegio
a la carrera y subían por el costado derecho de la iglesia, donde quedaba la
casa de Manuel Atoche, mas conocido como “pulga”, frente a esta casa había una
explanada inmensa que a veces hasta los circos se ubicaban en ella, por la
falda de este cerro subían las cabras de la abuela Aurora Lozada, pues tenia
una cantidad inmensa de ganado caprino y bovino y era bien conocida porque era
madre de los Luna, unos señores bien respetados por todos en el pueblo, y así
transcurría el día viernes, con su monotonía de siempre pero con la firme
esperanza de que el día sábado sería diferente, y así después de una noche para
algunos larga para otros corta pasaba el día viernes y amanecía el día sábado, desde
que el sol aparecía por el mirador el mirador era un cerro bien alto que estaba
ubicado frente al puente Saman y la cantidad enorme de aves que volaban por un
inmenso cielo azul, buscando sus lugares por donde empezar a trinar y a
picotear, se amanecía con el estruendo de los veintiún camaretazos y el repique
de campanas, era día de fiesta y la mayoría de la gente estaba alegre, era la
novedad de la fiesta, a eso de las ocho de la mañana llegaba la regadora de la
huerta, la gardener, que era un tractor con una cisterna pequeña que tenia unas
mangueras que lanzaban chorros de agua a una presión impresionante, con decir
que limpiaban hasta el techo de la iglesia por la parte exterior y tumbaban
hasta los nidos de las golondrinas que allí hacían, los famosos “olleros” , y
luego la regadora mojaba toda la plaza y las principales calles por donde
pasaría la procesión, la gente del pueblo viajaba a Sullana a comprar sus
“comidas”, los colegiales se iban a terminar sus clases en la mañana porque por
las tardes tenían el catecismo, los trabajadores cuando regresaban de su
trabajo ya venían con su pago, de las oficinas viejas porque allí les pagaban,
ya el ambiente de fiesta era total, llegaban los riferos y la gran novedad era
la llegada de la banda Santa Cecilia de Catacaos, la mejor banda del norte, una
vez que se organizaban donde guardarían sus instrumentos se dirigían a la
iglesia, aquí tocaban su saludo a la Santísima Cruz, patrona de la festividad,
y luego se ubicaban en la parte exterior de la iglesia y también tocaban algo
de su repertorio para gusto de los oyentes que siempre estaban cerca, después
se dirigían a la casa del Presidente el señor Tomas Mendoza, a cenar y también aquí
se dejaban escuchar, preparándose luego para el paseo de antorchas, por las inmediaciones
del pueblo, según el programa previsto la misa seria a las ocho de la noche,
para esto ya estaba destinado el Sr. Lalo en la camioneta celeste Chevrolet, el
encargado de ir a traer al cura a la ciudad de Sullana, y también de ir a
dejarlo, todo esto a solicitud de los organizadores ante el patrón de la
hacienda, el hermoso castillo de cinco cuerpos ocupaba el centro de la plaza y
de cada lado del castillo salían unas cuerdas que llegaban hasta las casas y en
cada cuerda había un avión, tipo antorcha, en la parte mas alta del castillo
estaba la “paloma”, una redondela de carrizo que seria la que pondría fin al
castillo, era la sensación del castillo ya que la mayoría de los jóvenes
buscaban la manera de hacerse de la “paloma” como un trofeo de la festividad,
cuando llegaba el cura se empezaba la misa, mucha gente en la iglesia y también
en las inmediaciones, los riferos hacían que la fiesta pareciera una feria, la
mayoría se alumbraba con lámparas petromax, las banda por momentos se dejaba
escuchar según iba avanzando la misa, hasta que llegaba el momento que
terminaba la misa, los castilleros hacían retumbar algunos cuantos “cuetes”,
dando la señal de que la misa había terminado, hay que resaltar que los hombres
y mujeres se vestían para la ocasión de una manera formal, uan vez que la
multitud adoraba comenzaba a salir de la iglesia y se arremolinaba a un costado
del castillo y la banda empezaba a tocar su mejor repertorio, era la retreta,
las parejas salían a bailar con total normalidad, muchachos, adultos y mayores
no importaba la edad, la música era para todos, la poca luz que había hacia
parecer que el baile era enana penumbra completa, cual si fuera una discoteca
al aire libre, las personas que no participaban de la retreta daban vueltas
alrededor de la plaza o en todo caso se acercaban a los puestos de venta que
había y se sentaban a tomar su café con sus chifles o el rico hornado que
preparaban para esta ocasión, los mas chicos se acercaban a jugar los juegos de
azar, como el chulo chulo, que era un juego donde había una serie de dibujos de
diferentes animales y el que jugaba tenia que apostar a uno de ellos y si salía
esta carta ganabas lo que marcaba la ganancia y se perdía si salía “diablo”,
otro juego era adivinar una de las tres cartas que te ponían en la mesa y casi
siempre perdías, la chica y la grande, que era un juego de dados donde si
marcabas menos de seis era la chica y si marcabas mas de seis era la grande,
eran los juegos as preferidos, también estaba la ensartadita, que era un juego donde
habían unas cajitas cuadradas tiradas en una alfombra verde y uno tenia que
ensartar en una cajita unos aros de plástico y si acertabas te llevabas el
premio que marcaba, también llegaba “el chino”, que era el que daba las
películas en la parte posterior del club del Unión Mallares, las películas mas
preferidas eran las mexicanas u aunque eran en blanco y negro, el publico se
entusiasmaba de tal manera que siempre asistía aunque halla fiesta, cuando la
gente salía del cine llegaban a la plaza en mancha y aparte de hacer sus
comentarios sobre la película se dedicaba a jugar los juegos de azar que
habían, la banda no dejaba de tocar y las parejas se sucedían en el escenario
de tierra donde se realizaba la retreta, en esta feliz simplicidad se vivía con
una sencillez admirable, no había el que dirán que estuve bailando con la
banda, nada de eso solo se divertía de la manera mas tranquila, esperando que
sean las doce para la quema del castillo, en esto si los castilleros eran muy
puntuales, la quema del castillo era un acontecimiento muy esperado, empezaba
cuando la banda hacia sonar su música
característica un redoble bien marcado que significaba que estaba a
punto de iniciar la quema del castillo, unos cuantos “cuetes” para preparar a
la gente que también tomara sus precauciones en sus techos, ya que la mayoría
eran de totora, y una chispa podría ser peligroso, la reventada de los
cartuchos de pólvora era increíble y mas cuando lanzaban al aire las luces de
bengala que le ponían claridad a la noche de una manera tan especial, asimismo
era una diversión ver los paracaidistas de juguete que alumbraban de noche, con
sus luces multicolores iban bajando lentamente y las miradas los seguían hasta
que se perdían en la total oscuridad, mientras tanto en la plaza la mecha
empezaba a avanzar y el primer cuerpo casi no tenia tantos artificios pirotécnicos, pero en el
segundo cuerpo la plaza se llenaba de luces y humo por la intensa actividad
pirotécnica, habían unas redondelas como timones que estaban llenas de cartucho
con pólvora que cuando reventaban había que taparse los oídos, en el tercer
cuerpo entraban a tallar las cuerdas que se habían puesto y los aviones salían
disparados echando chispas y regresaban asimismo porque aquí los castilleros le
ponían arte a su trabajo, pues sabían que un buen trabajo repercutía para que
los vuelvan a contratar en el futuro, en el cuarto cuerpo la mecha avanzaba tan
lentamente que desesperaba, pero había que esperar la gente no se despegaba
para nada del castillo, ensimismados con las luces que iban y venían como un
torrente de espectáculo, que pocas veces se veía, unos adornos se descolgaban
como si fueran a caer pero era otro de los artificios pirotécnicos, los cuales
lanzaban chorros de luces en todas direcciones, hasta que llegaba el quinto
cuerpo era el mas esperado pero también el que menos adornos tenía, la mecha
una vez mas hacia desesperar, por otra parte la banda tocaba su redoble mas
rápido y por fin la “paloma” salía hacia los cielos envuelta en luces y girando
a una velocidad increíble, dejando a todos contentos y con esa satisfacción de
haber visto uno de los mejores castillos de este tiempo.
Después de la quema del
castillo la gente daba por determinado este día de fiesta y se retiraba
lentamente, haciendo comentarios de esto o de aquello, los organizadores se
quedaban en la iglesia recogiendo las limosnas, acomodando las bancas, mientras
los músicos de la banda buscaban su cobijo en el lugar que de antemano ya les
habían previsto a su llegada, también los castilleros desarmaban los cuerpos
del castillo y en un instante ya no quedaba nada de lo que hacia unos momentos
había sido el centro de la gente congregada en la plaza principal de nuestro
pueblo, pocos eran los que se atrevían a quedarse tomando después de la quema del
castillo, las pocas casas que tenían luces prendidas a esa hora las empezaban a
apagar y la plaza quedaba a oscuras con el murmullo que hacían los riferos o
las vivanderas que acomodaban su servicio ya eran aproximadamente las dos de la
mañana, el silencio envolvía todo lo que antes había sido alegría y luz, a lo
lejos se escuchaba el roncar de los motores de los camiones pesados que pasaban
por la carretera bajaban velozmente por los cocos de la Golondrina y subían
hasta llegar a el cerro cortado y en esa subida se escuchaba clarito el cambio
de marchas que hacían, así también alguno que otro perro dejaba escapar sus
ladridos lastimeros como diciendo que la vida, después de todo continua.
El amanecer del día domingo
era diferente, el estruendo de los veintiún camaretazos, los “cuetes” y el
repique de campanas anunciaban el día mas solemne de la festividad, aunque ya
el día principal haya pasado, según el calendario el tres de mayo había sido
día sábado, la gente se dirigía en mancha al tambo pues aquí se vendía carne de
res que el patrón hacia matar para vender a los trabajadores y a un precio
módico, cada persona que iba a comprar carne tenia que esperar un buen rato
para poder salir porque la parte posterior del tambo se llenaba de gente y cada
quien quería salir mas rápido, los vendedores de carne eran Bernardino Dioses y
Nicanor Castro, desde temprano eran los responsables de atender al publico, la
gente después que compraba su carne se preparaba para ir a la misa de las once
de la mañana, aquí era cuando se veía el catolicismo en su mas sana expresión
pues las mujeres usaban una túnica de tul transparente que se llamaba basquiña,
así también llevaban un rosario y el librito de misa que era infaltable, todos
vestidos dignamente con mucha corrección, el respeto hacia las imágenes del
templo era sincero y notorio, en los alrededores de la plaza se congregaban los
fieles antes y después de la misa, haciendo comentarios diferentes ya hacia el
castillo de la noche anterior o hacia los partidos de fútbol que mas tarde se
llevarían a cabo en la cancha vieja, o sino comentaban sobre las peleas de
gallos que se realizarían en el coliseo de don José Panta, había algunas
personas que se distinguían de las demás ya sea por su tradición o por el
respeto que emanaban de si mismo tal era el caso del señor Manuel Silva, Paz
Ortiz, Juan Atoche, Medardo Nole, Julio Tavara, Federico Vásquez, el señor
Crisanto Quezada, Santos Atoche cada quien representaba una forma de respeto,
el señor Silva por su majestuosidad en su caballo, el señor Ortiz por la forma
como se hacia respetar con su bastón y su cabresto, el señor Juan Atoche por
ser dueño de una de las mas surtida tiendas del pueblo y por su góndola, el
señor Nole por ser jefe de la Sección Taller y por ser uno de los rezadores mas
antiguos del pueblo junto al señor Lorenzo Castillo, mas conocido como
“quesito”, el señor Tavara uno de los galleros mas influyentes que dejo las
bases para que sigan los pasos los galleros de la actualidad, el señor Vásquez toda una autoridad mas identificado con los
trabajadores que con sus jefes los patrones, el señor Quezada el principal
promotor del fútbol en ese tiempo sembrando la semilla de la pasión por el
fútbol en muchas personas que hasta hoy tienen la dicha de haber recibido
indicaciones y enseñanzas, además dueño de una emisora muy antigua, el señor
Atoche un comerciante como pocos, muy estimados y respetado por su formalidad,
en fin una serie de señores que tuvieron la dicha de ser personas notables en
ese tiempo y que hoy nos hacen falta.
Cuando terminaba la misa la
gente se dispersaba algunos se quedaban conversando en la puerta de la iglesia,
otros buscaban la sombra de la casa de la Tiota, otros entraban a comprar sus
golosinas en la tienda de Marcelo, unos se quedaban en el puesto de Chirriolas,
los que se quedaban dentro de la iglesia lo hacían esperando que les digan en
que momento saldría la procesión y el resto se iba a casa del presidente porque
ahí seria la comilona, también después de la misa se quemaba la pila, que no era
sino una redondela de carrizo rellena de surtidores y artificios pirotécnicos
que retumbaban con un poder explosivo enorme, la banda tocaba algunas de sus
piezas musicales y se dirigía a la casa del presidente, pues luego bajaría a la
cancha vieja a animar a los equipos en sus respectivos encuentros deportivos y
posteriormente acompañaría a la procesión pero eso iba a ser a las cuatro de la
tarde, el sol quemaba con fuerza, en ese entonces lo único que hacia frenar el
calor era la rica chicha de jora o la espumosa cerveza Pilsen, que venia en
cajas de cartón y en cada cartón doce botellas pero no había cerveza helada,
solo caliente, en fin la gente tomaba de acuerdo a sus necesidades y
condiciones, pero no con el grado de escándalo y desorden que se presume podía
existir, talvez el mismo hecho de tener
obligaciones con un patrón los hacia ser mas mesurados y discretos a la hora de
beber.
El fútbol enciende pasiones
y eso lo sabían los jugadores y las barras, las cuales llegaban a la cancha con
el único afán de alentar a sus equipos hasta las ultimas consecuencias, según
el programa el primer partido estaba programado a las dos de la tarde pero la
gente llegaba desde mas temprano, aquí el señor Paz Ortiz recorría la cancha
con su cabresto o látigo en la mano dando a entender que el iba a poner orden
para que nadie se relaje, en la parte de atrás del arco que da al pueblo había
una cruz de palo y que hasta hoy existe donde siempre que habían partidos se
paraba un señor que le decían “malamaña” al cual le gustaba el trago de manera
copiosa, pero era su forma de vida, una vez que lo equipos saltaban a la cancha
bien uniformados, con el acompañamiento de la banda de músicos que ya había
llegado, el publico los aplaudía un buen rato, los capitanes de cada equipo salían
a las tribunas a buscar al arbitro, tenían que escoger entre uno y otro, porque
no cualquiera era arbitro, una vez que lo encontraban lo llevaban al centro de la cancha, el
arbitro llamaba a los jugadores y les recomendaba se comportaran bien que solo
era un encuentro deportivo y después del cual seguirían siendo amigos, por lo
general el primer partido no era de tanto entusiasmo que digamos, el premio si
era de tomar en cuenta, se trataba de un bonito trofeo que había sido
obsequiado por una persona distinguida y
eso ameritaba que a la hora de ir a recibir el premio, el capitán del
equipo ganador la levantara orgulloso y se iba con su barra a festejar el
triunfo, a los acordes de una música apropiada
salían los dos equipos, era el segundo partido, en esta oportunidad
jugaban el Unión Mallares y la Estrella Roja, eran dos equipos muy poderosos,
respetados por su tradición futbolística, antes de que empezara el partido se
escuchaba a la distancia los “cuetes” en señal de que se alistaba la salida de
la procesión, razón por la cual la banda medio que hacia la apariencia de tocar
algo de su repertorio luego se dirigía a la plaza porque ya se aproximaba la
salida de la procesión y la banda tenia que estar presente, hasta aquí ya los
capitanes habían escogido al arbitro, el cual también llamaba a los jugadores
al centro de la cancha y les decía casi lo mismo que en la ve anterior y
comenzaba el partido, hay que resaltar el hermoso trofeo que se disputaría en
el partido de fondo de la festividad, con un inicio un poco frió se median los
equipos hasta que no faltaba una jugada riesgosa y no despertaba la barra y los
apostadores, ¡Voy cien a la Estrella! Se escuchaba la voz fuerte y vigorosa de
la Sra. Victoria Atoche y la respuesta no se hacia esperar de lado del Unión
Mallares, el Sr. Mercedes Luna, el Meche Luna, como le decían los amigos ¡Vamos
cien a los amarillos!. Amarillo era el uniforme del Unión, era la respuesta, y
así aquellas apuestas que en ese momento eran espontáneas, entraron en la
historia, el partido tenia un tramite parejo, una volada de Godofredo el
arquero, era aplaudido con estrepitoso aplauso y la burla para la barra
contraria y si la atajada era en el otro arco devolvían con la misma moneda, el
gol no llegaba la desesperación entre la barra se notaba, el 0-0 no beneficiaba
a nadie, terminado el primer tiempo, los equipos se refrescaban y escuchaban
las indicaciones de sus entrenadores y salían a jugarse el todo el por el todo
en el segundo tiempo, a lo lejos se escuchaba los “cuetes” sonar, era la
procesión que ya había salido, los que no eran aficionados al fútbol iban al
coliseo de gallos, toda la crema y nata de los galleros se juntaban, venían
galleros de la Golondrina, de Saman, de Monteron, este era un espectáculo
aparte, volviendo al fútbol, los gritos de las barras eran mas subidos de todo,
¡no te quedes, carajo! ¡Sigue la bola cojudo! ¡Juega bien, oye! ¡Parate m…!, y
por fin llegaba el gol, un fuerte remate de terminaba en las mallas del arco
del Unión Mallares, el jubilo y la alegría se apoderaba de la barra del
Estrella, iban ganando pero poco les duraría, la reacción del Unión era de
esperarse y así llegaba el empate, gol del Unión, una empalmada de Chavelo
Mauricio y la barra festejaba a todo pulmón, y los que apostaban redoblaban
deseos para que se produzca otro gol, la gente estaba contenta porque veía un
buen partido y se olvidaba de que eran trabajadores de un dueño, que no tenían
libertad como para decidir, esta alegría la sigo mañana, no voy a trabajar,
pero no se podía decir ni hacer esto, si faltabas te volaban el dominical y lo
peor te suspendían dos o tres días, otro gol del Unión y la alegría se
desbordaba, por todo el publico, solo la barra del Estrella estaba silenciosa,
faltaba poco tiempo para que termine el partido, ya las gargantas estaban
cansadas de gritar, la Sra. Victoria Atoche veía perdida su apuesta y casi en
el ultimo momento sucede lo inesperado un jalón que el arbitro no cobra y las
barras se le van encima al arbitro, ¡es penal! ¡Que no vez oye! ¡Cobra bien m…! ¡Tiempo, tiempo!, son los gritos de una
barra desesperada unos por ganar y los otros por no perder, según el reglamento
el arbitro no cobro, y
seria bien difícil que lo haga, por lo tanto en vista de tanto reclamo, decide
o siguen jugando o terminado el partido, y los últimos minutos se hacen eternos
y llega el empate, gol del Estrella, 2-2 y así se acaba este gran partido, los
que apostaron se quedaron con las ganas de celebrar con la ganancia, pero en el
fútbol no hay lógica, la gente regresa a sus casas, comentando del partido al
mas puro estilo de los narradores de fútbol
y así va terminando la festividad de la Santísima Cruz Tres de Mayo, con
los partidos de fútbol, los gallos y la procesión.
El día lunes ya era otra
cosa los muchachos se iban al colegio y solo hacían comentarios acerca de la
fiesta, los trabajadores enrumbaban cada uno a sus secciones a trabajar con
total normalidad, una vez mas retomaba la rutina y a esperar que hubiera otra
festividad.
Revivir esta secuencias de
vida nos adentra en la nostalgia del ayer que fue distinto al actual, quizás la
modernización trajo mucho bienestar, pero se llevo consigo mucho de nuestra
esencia, se llevo principalmente los valores, aquellos principios elementales
de formación personal, el respeto, la cortesía, la humildad, la obediencia, la
prudencia y todo aquello que basta para formar un buen ciudadano, hoy
embarcados en la nave de la rapidez por ser mejores y vivir mas cómodos, nos
servimos mas de la nueva tecnología que nos sumerge en un espiral de
libertinaje, pero nos convierte cada día en seres mas egoístas y mas fríos,
dispuestos a ver solo nuestro mundo y no el de los demás que a veces es
demasiado triste para exponerlo ante todos, nos estamos convirtiendo en
maquinas de trabajo sin corazón para las acciones sociales que muchos las
necesitan.
Quizás un cambio de
mentalidad seria esencial para poder forjar una sociedad distinta con otros rasgos
de entendimiento y comprensión hacia los demás pero, eso debe nacer en el
interior de cada uno de nosotros buscando que entre todos nos reafirmemos como
buenas personas, en el caminar lento hacia el posible progreso con unión y
voluntad, y dejando un poco de lado ese criterio inservible de encerrarnos en
el titulo de barrios, cuando al fin y al cabo todos somos MALLARES.
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